viernes, julio 11, 2008

Rotura de las estadísticas en el albergue.

Que en medio de la procesión de San Juan, entre unas cuatrocientas personas, incluyendo al santo con sus andas, niños de blanco, personalidades de traje y señoras con pelo de peluquería recién estrenado te cague en el brazo derecho una golondrina es cuestión de mala suerte, azar o una venganza divina por haber escaqueado los 15 últimos años de asistir a tal evento.

Lo de la mala suerte la busca uno por meterse en esos eventos (es como el que va a la guerra y le dan un tiro). Lo del azar lo explicaría un matemático aduciendo razones de proporción elevada de golondrinas, momento de retreta y velocidad del viento así como ubicación estratégica del sujeto receptor del zurullo. Lo de la venganza divina es una cuestión teológica que no me atañe desde que gracias a dios, dejé de creer en él. Lo cierto es que me cagó la golondrina a mí entre una multitud. Eso no es más que una anécdota. Pero en el albergue pasan otros eventos que superan la coincidencia citada. Y lo voy a explicar.


Era el día ocho y estaba desesperado por encontrar una persona que pudiera traducirme al latín una serie de titulos que estaba preparando para un librito especial. Llegué al albergue a las tres y me encontré con una madre y su hijo. Allí estaban los dos: uno pintando con acuarelas y la otra escribiendo sus cosas. Me los presentaron y ella explicó que era crítica literaria italiana y que hablaba un montón de lenguas: inglés, francés, italiano, español, alemán y entendía latín. Quedé sencillamente impresionado. Y su hijo se defendía en cinco lenguas. Cierto como pude comprobar. Aproveché la circunstancia irrepetible para preguntarle por una serie de palabras que me tradujo magistralmente. Y para colmo de las coincidencias también ella llevaba consigo un librito pequeño en reciclado llamado liber........ extraordinarísima coincidencia. No salía de mi asombro cuando vino otra vuelta de tuerca más.

A media tarde aparece en el albergue una francesa y un francés. Inconfundibles por su modo de expresarse. Se dirigieron a mí en perfecto francés ininteligible para mí que soy angloparlante. Tras probar en español, gallego e italiano infructuosamente decidí esperar y ver qué querían realmente. Con un desdén habitual volvieron a expresar en esa lengua retorcida algo poco grato e ininteligible. Se marcharon y al poco rato vino otra ciudadana francesa hispanoparlante. Esta señora me explicó en perfecto castellano que eran un grupo de 16 franceses que querían alojarse y tenían una carta (por cierto remitida por mí hacía días) en la que accedíamos a alojarlos. En ese momento prescindí del francés de la madamme y me ceñí a mi interlocutora, una señora de unos cincuenta, francesa, educada y de buenos modales. El albergue la encantó y expresó su entera satisfacción al ver la cocina y el comedor. Los otros dos franceses nos seguían observándolo todo sin mediar palabra. En ese momento empezaron a bajar 16 franceses entre ellos un invidente al que condujimos a una litera baja y unas guapísimas jóvenes francesas. Bueno. Según me indicó mi interlocutora ellos no eran peregrinos pero venían de Francia de un congreso de esperantistas. Esto es: personas que hablan el esperanto y tienen una determinada ideología afín a tal invento. Se acomodaron y empezaron a bajar toda suerte de maletas bultos, maletines y cajas de alimentos y enseres. Yo continué con lo mío y entre tanto atendí a un hombre de Murcia que estaba sentado con un libro en la mano hecho pedazos que curiosamente estaba escrito en esperanto. Lo estaba estudiando. Bueno y ahora reflexionemos amigos de Matrix. ¿Es esto un deja-vu o no lo es?


¿Cuántos peregrinos hay en España que el día ocho estén haciendo el camino? 100.000? cien mil? Bueno. ¿Cuántos peregrinos se podrían alojar teóricamente en nuestro albergue... 90 como máximo? ¿Qué posibilidades hay de que entre esos peregrinos uno de ellos conozca o estudie el esperanto? ¿Cuántos de estos cien mil peregrinos saben o quieren saber o están estudiando la lengua que llaman "esperanto"? Pues mira por dónde fueron a coincidir todos los esperantistas franceses y nuestro peregrino esperantista en este susodicho albergue.


Vamos a expresarlo en versión andaluza: Cien mil peregrinos en todo el camino de Santiago, más de ochenta mil alojamientos donde quedarse en todo el camino, un sólo peregrino en todo en camino que esté estudiando esperanto, un congreso de esperantistas en Santiago de Compostela, ochenta mil alojamientos donde poder quedarse y van a coincidir, los esperantistas, con el peregrino en el albergue Viatoris. ¿Acaso no rompe todas las estadísticas posibles?



Como se podría suponer en el momento en que comenté a los eperantistas que había un español peregrino con un libreto de esperanto lo abordaron y lo hicieron suyo. No solamente estuvieron con él inseparablemente durante el resto del día sino que lo invitaron a una cenorra espectacular (con flores y tarta de las caras) en el comedor del albergue... el cual tomaron por asalto.


Viendo este fenómeno de la naturaleza y de la estadística cósmica que una vez más se reía de mí a mandíbula batiente decidí dejar constancia de tal evento para lo cual redacte una hoja en dos lenguas según la cual declaraba instituído el día ocho de Julio como el día de las COMUNICACIONES en este albergue. Pedí a la italiana y a la líder francesa que me lo firmasen así como el español estudiante de esperanto. De este modo con nuestras firmas sobre el texto en español, inglés y esperanto (no en francés) dí por aludida la broma del destino.

No obstante me quedó la agridulce sensación del resabio de la francesa. Esta señora (rondando los sesenta y pico) no solamente hablaba perfecto inglés sino que lo entendía en todo momento y supe también que en el momento de presentarse a mí en la recepción decidió NO USAR EL INGLÉS como modo de protesta. ¿De protesta? Sí porque además me entregó al final del día un panfleto reivindicativo en contra del uso del inglés en la Unión Europea. Este alegato pretendía explicar a no sé qué europarlamentarios que UK se embolsaba 17.000 millones de euros anuales por concepto de ingresos por derechos de lengua etc etc... (algo que no puedo comprobar ni aplaudir). Y ese fue el motivo del berrinche de la señora. Se negaba sistemáticamente a hablar en inglés y preconizaba el uso del esperanto como lengua europea (qué osada es la ignorancia me decía cierto fraile sabio).

A mi mente vino una frase: "la guerra de los cien años aún continúa". Y así parecía ser ahora con un nuevo intento de babelizar más aún Europa. Sea como sea lo que es irrefutable es que por mucho que intenten crear babeles de lenguas en Europa, el Camino siempre seguirá ahí, con o sin peregrinos, con o sin albergues. Amén.